Borrar el pasado

Me gustan las emociones fuertes. Cierto grado de dolor siempre puede ser gratificante, nos ayuda a superarnos. De ahí las esposas, los látigos, la cera caliente y que, de vez en cuando, se desate en mí un arrebato de sadomasoquismo extremo, abra el navegador y entre en mi antiguo blog personal. Esa bitácora que formó parte de mi vida dos años es, para mí, lo equivalente a que me retuerzan los pezones con unas pinzas al rojo vivo. Vamos, un "placer" inigualable.

Ayer tuve otro intento infructuoso de entrar en mi antigua cuenta de blogger para borrar tal aberración. Como siempre, probé todo el repertorio de nombres de cuenta y contraseñas que he tenido a lo largo de mi vida. Tras tres horas insistiendo, pedí que me enviaran un correo con los datos al e-mail con el que me hice la cuenta... dirección que, por cierto, tampoco recuerdo.

Entré en hotmail e intenté distintas direcciones hasta que llegué a la conclusión de que la correcta sería la que me hice con el nick que utilizaba en aquella época (llamémosla chucruta@hotmail.com). Mil doscientos treinta y dos intentos de contraseña incorrectos después, me dí por vencida e intenté restablecer la contraseña.

Me encontré con esto:

Respuesta obvia: "eso es queso".

Cambio la contraseña, logro entrar en la cuenta de hotmail y miro el correo. ¿Por qué no hay spam? ¿Sólo dos correos por leer? ¿Desde cuándo tengo una boda en Granada? Un segundo...

Esta NO es mi cuenta.