No compartirás material pornográfico con tu familia

Hoy he estado en Norma (mi tienda favorita de cómics) ojeando el contenido de la Eros cómic, una revista que a pesar de prometer en su título erotismo, nos ofrece pornografía. La verdad es que tanto el dibujo como las historias son geniales, sin embargo mi condición como residente con vigilancia paternal me impide comprármela.

No sé que tiene el cómic erótico (no pornográfico) europeo que me atrae tanto. Me gusta el dibujo, la composición y sobre todo la historia. Supongo que es porque en vez de centrarse en la vida sexual de un protagonista masculino hay más historias que se centran en la de una protagonista femenina, o bien, trata aquellas situaciones morbosas que nuestra cultura nos ha inculcado y no las que, por cultura, son propias del país nipón…como pulpos de tentáculos fálicos (que personalmente me dan bastante asco).

El problema está en que me da cosa llevar dicho material a casa porque temo que algún día algún familiar tenga la genial idea de cotillear entre mis revistas y cómics… Porque bien se sabe que muchas veces si vives con tus padres careces de aquello a lo que suelen llamar “intimidad” o “privacidad”.

¿Y si le gusta? ¿Tendría que compartir mi material erótico con un familiar? ¿Con mi madre? ¿Con mi padre? Sería horrible que alguno de los dos viniera pidiéndome prestado tal cómic o tal revista erótica. ¿Y si la usan? No podría volver a tocarla ni mirarla en mi vida, me imaginaría que hicieron con ella.

Compartir revistas eróticas es como compartir la ropa interior.

“No compartirás material pornográfico con tu familia” ese debería ser el onceavo mandamiento.