No entiendo el por qué cuando alguien se ve obligado a preguntar por una dirección es inevitablemente atraído por una fuerza sobrenatural hacia mi. Debe ser que mi expresión de persona "gran conocedora del mundo y del universo" les inspira confianza o algo así. Gran error.
Desde pequeña sufro una grave incapacidad para indicar caminos. Se podría decir que soy como una brújula en una fiesta de imanes, nunca acierto con la dirección correcta.
Muchas veces, diez minutos después de señalar el camino a una persona, me he dado cuenta que mis indicaciones eran incorrectas y que había enviado a la persona extraviada hacia la dirección contraria, extraviándola aún más. Gracias a Dios la curiosidad de si finalmente llegó a su destino (o murió de sed, frío y hambre en una cuneta) siempre supera al hondo sentimiento de culpabilidad.
Conciente de mi gran problema de orientación, cuando alguien me para por la calle con ánimo de preguntar mi sentido arácnido se dispara; entonces, si su primera pregunta es "Do you speak english?" mi presión sanguínea decide entrar en huelga. Porque, aunque comprenda perfectamente el inglés, me es imposible explicar como llegar a un lugar sin "hacerme la picha un lío".
Pues eso, exactamente eso, me pasó ayer a las 5 de la madrugada.
Una joven británica, que desprendía un olor a alcohol que tiraba de espaldas, tuvo la genial idea de preguntarme dónde estaba la Plaza de la Reina. Tras diez minutos de farfullos en inglés (y una extensa y variada baraja de expresiones faciales de incomprensión) opté por un "follow me" y una nocturna caminata hasta las proximidades de su destino.
Me lo tomé como una penitencia por todas aquellas personas a las que envié por error hacia el sentido contrario al que tocaba.
La verdad es que lo que al principio me tomé como una pesada obligación cívica acabó siendo muy divertido. No sé si la chica captó desde un principio que la entendía perfectamente o hablaba sin parar porque su estado de embriaguez le impedía mantenerse callada cinco segundos, pero la cuestión es que me contó su vida y se emocionó de verdad cuando le dije que estudiaba "Pedagogy". Yo me emocioné al conocer, al fin, a una persona a la que no hiciera falta explicarle de qué va mi maldita carrera. A alguien que ya lo sabía de antemano. No lloré porque posiblemente se habría asustado.
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