Odio las peluquerías. Son una tortura a la que me veo obligada a ir cuándo el complejo supera mis expectativas de sufrimiento. El momento exacto en el que mi moreno teñido deja resurgir tintes y decolorados anteriores y mi pelo pasa a ser multicolor.
Mi malestar en estos centros no es sólo porque malgaste cinco valiosas horas de mi existencia aburriéndome soberanamente. Sino porque realmente no logro llegar a comprender lo que ocurre allí dentro y, como decía aquel bajito pero sabio filósofo: la incomprensión lleva al miedo, el miedo lleva al odio, el odio lleva a la ira y la ira al lado oscuro.
Para empezar, me desconcierta esa manía que tienen de evaluar que tienes el pelo seco para ofrecerte un tratado de hidratación a un módico precio que te deja los ojos en blanco. Si dices que no, insistirán hasta que cedas o demuestres que prefieres que te claven astillas debajo de las uñas; si aceptas, te verás condenada a sufrir cuarenta minutos más en ese lugar.
Lo curioso es que realmente da igual lo que hagas (llevarlo ya graso a causa del exceso de mascarillas y tratamientos que te haces en casa, rezar a la virgen de las calvas, matar a un cordero y ofrecer su sangre a dioses paganos, etc.), cada vez que vayas te jurarán que lo tienes encrespado y seco.
Sin embargo, lo que más me altera, es el amplio catálogo de revistas de decoración, moda y prensa rosa que te ofrecen. Miles de revistas diferentes tratando las mismas cosas, como si al ser mujer no me pudiera interesar nada más. ¿Qué pasó con aquel dicho que afirmaba que "en la variedad está el gusto"?
Si fuera una de esas personas que están al día de los cotilleos entre famosos, tuviera una casa que decorar o me llenasen espiritualmente las últimas tendencias, sería feliz entre tanta hoja inútil. Al no serlo, lloro en silencio por no disponer un simple periódico, un Fotogramas o cualquier otra cosa y cojo la que más me suene. En esta ocasión la revista Woman, "información útil para mujeres modernas".
Este tipo de revistas tienen un algo tétrico que me inquieta horriblemente. Intentan parecer feministas, destinadas a chicas independientes y modernas (chicas cosmo según la Cosmopolitan). Sin embargo, su contenido sigue un camuflado estereotipo de lo que le debería gustar a una fémina: moda, dietas, cotilleos, cómo complacer (sexual y actitudinalmente) a tu pareja y, como guinda, alguna que otra receta de repostería. El mismo canon de hace cincuenta años pero con el añadido de cómo satisfacer sexualmente y laboralmente.
Entiendo que haya mujeres a las que les guste este tipo de lecturas, cada uno se compra las revistas que le emocionan (yo me compro de patrones de costura y vivo feliz). Pero creo que sus editores y yo no tenemos el mismo concepto de lo que es actualmente una mujer moderna. Para mí son aquellas que rompen con las barreras de género y se introducen en temáticas tradicionalmente masculinas como la política, la ciencia y la tecnología, las que provocan la feminización de ámbitos masculinizados sin ningún complejo.
Por lo tanto, no puedo considerar que una revista que trata los temas que siempre se nos han atribuido por género esté dirigida a ese perfil de mujer.
10 comentarios:
Cosas como esa me hacen agradecer al quien quiera que allí arriba esté que me crease hombre y poder pasarme una esquiladora de ovejas por la cabeza cuando me apetecezca sin que nadie me diga nada (se considera "normal").
También agradezco que, las pocas veces que he ido a la peluquería, me hubiese llevado un libro de mi colección (jamás llevaría un cómic entre tanta maruja), o que alguien hubiese olvidado su Muy Interesante (muy interesante para tí, porque yo lo leo casi con desidia...) de hace varios años atrás, que a veces traen artículos que se dejan leer.
Este tema da para sacar comentarios con los que me ganaría el odio eterno de cualquier ser vivo femenino y muchos de masculinos para toda la eternidad... mejor no comento nada.
Yo llevo sin ir a la peluquería desde agosto, y lo digo con tood orgullo, en diciembre me lo corté me lo corté yo mismo y desde entonces... me dejo las greñas! (again)
Ahora estoy en esa dura época en que el pelo me queda más mal que bien, una mierda vamos. Pero bueno, será cuestión de esperar a que luego me quede decente ^^U.
La verdad es que las peluquerías son un asco. Yo diría que lo mejor es casi enfrascarse en la lectura de qué modelito llevaba tal o cual, o cómo es la casa de la baronesa de pitifuà (el Hola, ése gran recuerdo de tiempos más caposos).
Para mi lo peor es:
1- Enterarte de todas las pústulas, heridas y flemas de las habituales.
2- Tener que moderte la lengua ante los comentarios xenófobos que siempre acaban apariendo (da = si son sudamericanos o chinos o de zimbawe.
3- El momento en el que dijes, no, mejor no me lo peines, déjalo natural porque estás deseando salir de ahí corriendo y te pegan la clavada.
Ir a la peluquería es lo que yo llamo pagar para sufrir inútilmente. Puag
Será que yo sólo estoy 10 minutos (aunque me sale a euro el minuto...), pero puestos a romper una lanza en favor de l@s peluquer@s... ¿y cuando te lavan la cabeza con ese masaje capilar? Lo del corte de pelo luego ya parece secundario, jejeje
5 horas de peluquería????? lol! yo siempre las ignoro cuando me dicen algo digo: no, acompañado con mi cara de: como sigas me levanto te arreo y me voy sin pagar.
Siempre recordaré la cara de la peluquera cuando me ofreció una revista (Hola) y la rechacé educadamente y me soltó que las jóvenes de hoy en día sólo leíamos basura (cuando saqué un manga del bolso)... me hizo reflexionar qué es basura y qué no. ELLA ES BASURA!!! NANA ES DIOS!
Pues ahora, una mujer de ministra de defensa, toooma!!! ;)
Yo tampoco soporto las peluquerias. Y eso que al ser tio tampoco tengo que estar tanto tiempo. Cinco horas, que locura.
Por eso hace unos años tambien opte por llevar el pelo rapado, no al cero, pero si corto, que me lo corto en mi casa con una maquinilla. Ahorro dinero y encima no pierdo el tiempo por las mañanas peinandome.
Carcayú: No sabéis la suerte que tenéis malditos, alguna chica hace eso y se escandaliza hasta el papa. xD
La opción de llevar un libro propio también es factible, pero me temo que el que toca ahora en mi lista es un poco gordo para llevarlo a entretenerme a una peluquería: Trilogía del imperio de Isaac Asimov (cómo me encanta ese hombre).
Lo de los cómics lo probé una vez y... son demasiadas horas para un solo tomo, me lo aprendo de memoria. :_D
Kaworu: Venga, venga, no hay pendulantes. xD
Comenta, comenta...
Demóstenes: ¿No puedes hacerte ni coleta? :S
Prueba a ponerte ricitos, como los niños buenos. xD
Silvia: Ughh, lo de las pústulas me ha matado de asco >_<.
Es sufrir inutilmente, sí, y pagando... Creo que te dejan tanto tiempo allí encerrada para ver si crees que al final el corte de pelo ha valido el precio que te han clavado.
Ning1: Vale, ahí te doy la razón. Una vez estuve a punto de pedirle matrimonio a una peluquera por sus divinas manos de oro. ¡Qué placer!
Pero piensa una cosa, por cada peluquero que te de un buen masaje hay tres dispuestos a arrancarte el cuero cabelludo.
Misaoshi: :_D
Es increíble cómo la gente sigue criticando los cómics leyendo las cosas que lee. Seguro que si leyeran Nana se quedarían totalmente enganchadas... ¡Si es el culebrón hecho papel!
No me pegues... pero le empecé a coger tirria a esa serie hace tiempo (pero sí, me sigo comprando los tomos ú_ù).
Andreu Romero: Mi hermano y mi padre ya empiezan a hacer chistes al respecto... Yo creo que deberían tener un poco de cuidado, porque si está de ministra de defensa es que es una mujer de "armas tomar".
Ese: No sabes de la que te libras al ser hombre. Las horas y horas de tortura, el aparato gigante que te envuelve la cabeza y te da calor, el papel de plata de cuando te haces mechas que te hace parecer un extraterrestre...
Creo que algún día me volveré loca y cogeré la maquinilla de afeitar...
Pues a mí Hary Seldon y la psicohistoria me parece un tema de lo más interesante para una peluquería. Y cuando la torturadora de turno ponga cara de ¿que me estás contando?, pues la sueltas algo así como -¡Ah!, pero no conoces Trántor. Pobrecita, no se cómo puedes vivir sin haber estado en Trántor. Es lo más.
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