Hoy he decidido sumergirme en el mundo de la televisión y formar parte, durante unas cuantas horas, a aquel sector de la población cuyo encefalograma prácticamente plano les impide realizar acciones que no estén relacionadas con la pequeña pantalla y, dejando a un lado los abundantes y proliferantes programas del corazón (y toda la otra basura que nos proporcionan), me he centrado en el arte de la publicidad.
Así que tras cinco minutos del insoportable programa titulado: "le hago los cuernos a mi pareja con un mono, un pato y un siamés y no lo sabe" (seguro que lo habeis visto) llegó aquel espacio publicitario creado, además para un aumento de las ventas de ciertas empresas, para evitar que los tele-espectadores se abriesen la cabeza contra la pared. Estos veinte minutos ininterrumpidos de imagenes incoherentes y mensajes subliminales han logrado, por primera vez en mi vida, marcarme un rumbo, un objetivo:
Quiero ser una mujer de anuncio.
No sé si alguien me entiende cuando digo que quiero ser una mujer de anuncio, pero no me refiero tan sólo a una imágen física, sino espiritual. Una mujer de anuncio es un ser superior, de fisico perfecto, educación, inteligencia, incapaz de enfadarse... Sino sabe nadie a que me refiero, encended el aparato, que de él poco se aprende, pero sale mucha gente desnuda.
Una mujer de anuncio nunca se enfada, cuando su hijo se va a jugar con los cerdos, se mete cagarrutas en los pantalones, pintura por el trasero y se va con un señor que ofrece caramelitos, la madre sonríe, acaricia suavemente la cabeza del niño, le desviste, le pone cremita en el culito y la ropa a lavar. ¡Todo listo! La mujer de anuncio ama a sus hijos, y sus hijos la aman a ella. Ya que las disputas por la merienda de "bueno o nutritivo" la madre siempre encuentra algo que sea ambas cosas a la vez, y sino cuela, compra a sus hijos con meriendas altamente calóricas que darán trabajo en su debido tiempo a cardiólogos de todo el planeta. Hacen que sus hijos las amen y encima dan trabajo. ¡La amabilidad en persona!
No hay que olvidar que la mujer de anuncio es comprensiva, cuando su "hombre" le dice que no puede tocar su champú porque es sólo para hombres, ella le roba el patito de goma, los calzoncillos, el albornoz, la tarjeta de crédito y el descapotable amarillo (lo que tiene el divorcio). Pero el champú no, el champú no lo toca. Otro punto a destacar es que las mujeres de anuncio no sienten el dolor; cuando tienen la regla tan sólo ven nubes y fiestas y siempre gritan: ¡Me gusta ser mujer! Mientras bailan al son de unos dibujitos animados que plagian canciones de otros autores en un macroconcierto de mujeres en periodo. Tampoco sufren al depilarse, sea con cera o con esos aparatitos infernales que te arrancan los pelitos uno a uno mientras de fondo se oyen las carcajadas maléficas de su creador. Y son tan habilidosas que, si lo hacen con cuchilla, pueden hacerlo cantando y bailando sin que el anuncio se convierta en una película gore mala.
La mujer de anuncio limpia, baila, folla, ama y es amada. Trabaja, estudia, sabe que hacer en cualquier situación, alimenta a su familia, cuida a sus hijos, les enseña valores morales...
Una mujer de anuncio es una imagen estereotipada de lo que debería ser una mujer, una imagen sexista que margina a las mujeres que no desean ser así. Me asusta que las asociaciones de padres se quejen de según que series de dibujos por si sus hijos les salen raros y no digan nada de el alto contenido sexista de los anuncios, es por eso que quiero ser una mujer de anuncio, para no asustarme al verlos.
Uno de los primeros posts que publiqué en
Mi enemigo público con pequeñas modificaciones.
3 comentarios:
Yo no quiero que seas una mujer de anuncio... Me gustas más así ;)
Tienes mucha razón, pero la gente no protesta porque tiene tan interiorizada esa imagen que les parece normal. Por suerte hay personas como tú que deciden desmontar esas teorías.
que bueno XDDDDDD
Yo quiero serlo tb (sobretodo por la regla indolora y la depilacion perfecta xD)
pd: soy Faye
Publicar un comentario