Las calles se vuelven calurosas, agobiantes, llenas de turistas y de gente que sale de casa para aprovechar el buen tiempo. Buen tiempo, que dentro de un mes, les tendrá a todos en la playa (tostándose de forma antinatural y poco sana) para volver a su país con un buen moreno, testigo de lo bien que se lo han pasado en estas merecidas vacaciones.
Salgo a la calle con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados por el sol, acentuando mi arruga de frustración y llamando a gritos un buen dolor de cabeza por exceso de calor en mi coco. Sufro lo indecible para llegar hasta el metro, sudando y mirando con admiración a aquellos que realizan un trabajo físico bajo este astro que me atormenta. Veo a mi izquierda un extranjero, uno de esos pálidos pelirrojos recubiertos de pecas. En dos minutos pasa de la categoría "Guiri" a engendro viscoso y blandurrio, su cara de eterna felicidad vacacional se ve ensombrecida por una mueca de asfixia. Va encogiendo por minutos hasta que, arrastrándose y dejando tras de si un rastro de baba cual babosa, alcanza la protección de un bar y se refugia con su aire acondicionado. Disfrutará de una de las cañas más caras de su vida, pero él será feliz. No habrá muerto en tierras mallorquinas.
Entro en el metro y un olor a humanidad me neutraliza el resto de sentidos, misteriosamente me he quedado ciega, sorda, muda y sin tacto. Un hedor propio de cien cuerpos sudorosos frotándose (antieróticamente) en plena mañana que se adhiere a mis fosas nasales cual bacteria asesina. Superada la primera impresión recupero la vista y me siento en un asiento vacío conteniendo el aire el máximo tiempo posible e intentando respirar en cada parada, cuando alguien abra las puertas para entrar y entre aire de verdad.
Llego a la universidad hecha una sopa, una Camacho hembra. Mi atractivo se multiplica por diez, doy gracias a Dios por haberme puesto Axe y que mi olor a fémina sea camuflado por un embriagador aroma a macho cabrío... Las mujeres no se tiran excitadas a mis pies pero tampoco me importa, la verdad es que sería una situación extraña e incómoda.
Fuera bromas, no puedo con tanto calor. ¿Cómo será agosto? Es que no me lo quiero ni imaginar. Me agobio y me pongo de mala leche... Por primera vez en años tengo ganas de ir a la playa.
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