No nos damos cuenta de la poca capacidad expresiva que tenemos hasta que no nos proponemos escribir una historia larga. Es entonces, a partir de las diez páginas más o menos, que nos damos cuenta del poco vocabulario que tenemos... y no me refiero al uso de palabras no comúnmente conocidas, sino a la poca variedad de nexos y enlaces que conocemos (o que tiene el idioma).
Ese momento es en el que dudamos y releemos continuamente lo escrito para intentar mejorarlo. Lo retocamos tanto que llega un punto en el que vemos que está perdiendo totalmente el sentido volviéndose confuso y malinterpretable. Volvemos a empezar una y otra vez esperando que la Musa nos chive alguna que otra idea al oído.
Aprovechando el subidón de autoestima provocado por la opinión de algunos amigos sobre mi forma de expresarme en papel (pelotas) he empezado a escribir un relato corto para un concurso. La verdad es que no creo que mi cuento (porque eso es lo que pretende ser) gane nada, es más, no espero ni que llegue a estar entre los finalistas. Hacerme ilusiones en ese aspecto sería ingenuo y absurdo. Pero es que también lo escribo por otras razones... La primera es que es producto de una promesa, un futuro regalo para que una personita pueda conciliar siempre el sueño sin problemas y pueda olvidarse al fin de sus episodios de insomnio; la segunda es que tiene muchos matices autobiográficos, la historia empieza con la protagonista prometiendo escribir un cuento para ayudar a esa persona a dormir y, el transcurso, es el camino que emprende oníricamente para encontrar una buena historia que contar... Un sueño en el que se entremezclará la imaginación con mis últimos sueños y pesadillas.
Puede sonar un poco egocéntrico poner tanto de mi en el personaje principal, pero es que es la segunda vez que escribo una historia tan larga y fueron las diferencias personaje-autor que me impidieron continuar con la historia. Hace un año o dos, animada por la horrible lectura que me proporcionó un Premio Planeta, empecé a escribir un libro para presentarme al concurso, ilusa de mí. Después de veinte páginas perfilando la mentalidad de un psicópata (que me caía extrañamente bien) acabé dejando el proyecto por falta de ideas. Podría decir que fue una lástima porque era un gran personaje, pero toda su esencia y pensamiento está compreso en ese texto de reflexiones sociológicas y teológicas totalmente contrarias a su creadora. Me divertí muchísimo creándole, dándole un pasado que explicase su presente, pero me vi incapaz de prever cómo actuaría durante el resto de la historia... No fui capaz de imaginar un futuro.
"Ella, mirándome desde sus cuencas vacías esbozaba una sonrisa que tan solo puede dedicar un ser de hueso. Les estaba divirtiendo: a dios y a la muerte. ¿Por qué entonces no hacer nuestro juego un poco más interesante? Lo haría, les procuraría una función digna de su magnificencia, una función que duraría hasta el mismo momento de mi muerte: podrían ver como otros se abandonaban sumisos a la segadora de almas. Quizá era la única forma de conseguir que el caprichoso me cediese una parcela en el cielo."
Aprovechando el subidón de autoestima provocado por la opinión de algunos amigos sobre mi forma de expresarme en papel (pelotas) he empezado a escribir un relato corto para un concurso. La verdad es que no creo que mi cuento (porque eso es lo que pretende ser) gane nada, es más, no espero ni que llegue a estar entre los finalistas. Hacerme ilusiones en ese aspecto sería ingenuo y absurdo. Pero es que también lo escribo por otras razones... La primera es que es producto de una promesa, un futuro regalo para que una personita pueda conciliar siempre el sueño sin problemas y pueda olvidarse al fin de sus episodios de insomnio; la segunda es que tiene muchos matices autobiográficos, la historia empieza con la protagonista prometiendo escribir un cuento para ayudar a esa persona a dormir y, el transcurso, es el camino que emprende oníricamente para encontrar una buena historia que contar... Un sueño en el que se entremezclará la imaginación con mis últimos sueños y pesadillas.
Puede sonar un poco egocéntrico poner tanto de mi en el personaje principal, pero es que es la segunda vez que escribo una historia tan larga y fueron las diferencias personaje-autor que me impidieron continuar con la historia. Hace un año o dos, animada por la horrible lectura que me proporcionó un Premio Planeta, empecé a escribir un libro para presentarme al concurso, ilusa de mí. Después de veinte páginas perfilando la mentalidad de un psicópata (que me caía extrañamente bien) acabé dejando el proyecto por falta de ideas. Podría decir que fue una lástima porque era un gran personaje, pero toda su esencia y pensamiento está compreso en ese texto de reflexiones sociológicas y teológicas totalmente contrarias a su creadora. Me divertí muchísimo creándole, dándole un pasado que explicase su presente, pero me vi incapaz de prever cómo actuaría durante el resto de la historia... No fui capaz de imaginar un futuro.
"Ella, mirándome desde sus cuencas vacías esbozaba una sonrisa que tan solo puede dedicar un ser de hueso. Les estaba divirtiendo: a dios y a la muerte. ¿Por qué entonces no hacer nuestro juego un poco más interesante? Lo haría, les procuraría una función digna de su magnificencia, una función que duraría hasta el mismo momento de mi muerte: podrían ver como otros se abandonaban sumisos a la segadora de almas. Quizá era la única forma de conseguir que el caprichoso me cediese una parcela en el cielo."
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