Navidades trampa

Este año la Navidad se nos ha echado encima sin previo aviso. Sin alertarnos con el tradicional primer villancico precoz o la misteriosa aparición de miles de Papis Noel suicidas. Así que, sin comerlo ni beberlo, ayer me encontré todas las calles llenas de las tradicionales lucecitas; una masa de niños que aplastar, pisar y patalear para poder caminar y todas las tiendas repletas de adornos de Navidad.

Me encanta esta época. Medio mes olvidándonos del ahorro eléctrico para la conservación del planeta y poniendo lucecitas hasta en el santo trono. ¡Tanta alegría! ¡Tanto alboroto!

Lástima que estas épocas también tengan su trampa. Una trampa cruel y mortífera que nos destruye psíquica y físicamente: el amigo invisible.

Sí, amigos míos, ese "inocente" jueguecillo lo inventó un cruel psicópata que conocía a la perfección los secretos de la aleatoriedad. Un mal nacido que se dio cuenta de que las personas participarían en tal juego inocentemente. Sabía que pensarían que la probabilidad de coger el papelito con el nombre de la única persona a la que no saben qué regalarle es muy baja. Tan baja que es prácticamente imposible que toque...

¿Por qué? A pesar de que cada año nos pase lo mismo y siempre nos toque la persona más difícil. ¿Por qué seguimos participando? ¿Es que somos idiotas?

Aquel inspirado inventor aún ríe descontroladamente dentro de su caja de ébano. Yo pude oír sus oscuras carcajadas cuando leí a quién me tocaba hacerle el regalo... y aún las oigo.