Hace unos tres o cuatro años un hedor indescriptible se extendió a lo largo y ancho de mi calle. Durante dos o tres semanas los vecinos maldecimos sin parar las tuberías estropeadas y la vaguez de Emaya. Lo que ninguno de nosotros sabía es que aquel suculento aroma era, en realidad, los gases de descomposición de una pobre anciana de unos 90 años disfrutando del calor de agosto. Desde aquella maravillosa experiencia olfativa llegué a una interesante y ferviente convicción: los vecinos... mucho mejor si están vivos.
La casa quedó así vacía, a la espera de que los dueños se decidieran a vender la parcela, habitarla o alquilarla durante unos dos años. Al tercero empezaron a venir los okupas.
Cuando hablamos de okupas seguramente os imaginéis a jóvenes emprendedores que se quejan del precio de la vivienda. No, amigos míos, ese es tan sólo el tipo de okupa que se deja ver (y sólo una de las cuatro veces han sido de este tipo). La mayoría de las personas que acaban viviendo en casas abandonadas sin luz, agua y electricidad no son chavalines con la cabeza llena de ideales y espíritu de lucha social. No, hijos míos, hay un porcentaje mucho más alto de personas a las que la vida les ha pegado una patada en el culo y se ha cagado sobre cualquier tipo de esperanza e ilusión. Aquella gente a la que la vida le ha dado de ostias y se ha quedado sin nada: unos casi sin darse cuenta, sin saber cómo han acabado sepultados por media tonelada de detritos y otros arrastrados por las drogas y el alcohol.
Aunque parezca mentira nuestros vecinos ilegales siempre han sido muy respetuosos. No sé si ha sido cuestión de suerte, que esta pobre gente ya está bastante cansada de mediar con problemas y prefieren ser lo más discretos posible o que en ninguna ocasión nos ha tocado alguien con algún tipo de adicción (ya que el mono puede provocar conductas violentas). La cuestión es que, al contrario que muchos vecinos que he tenido en mi vida, jamás han causado ningún tipo de problema.
Hoy, por desgracia, ha habido un incendio en el edificio y ha muerto el indigente que lo habitaba desde hace unos cuantos meses. Un hombre que intentaba ser lo más discreto posible para que ningún vecino le delatase y que intercambiaba saludos con los que ya le habíamos descubierto. No sé qué es lo que ha pasado exactamente, pero me han dado un poco de rabia los comentarios de los curiosos... No sé, ¿acaso les molestaba este pobre hombre? ¡Si la mayoría no se había enterado de que había alguien viviendo allí!
Vale, sí, que se debió quedar dormido con un cigarrillo en la mano o intentó hacer un brasero para intentar aguantar el frío... Pero, joder, esto pasa cientos de veces al año y todos nos compadecemos por las muertes de esta forma. ¿Por qué con él no? ¿Porque era un indigente? Que ascazo me da la gente.
La gota que ha colmado el vaso han sido los chistes de los periodistas. Me parece alucinante que, mientras observas cómo se llevan el cuerpo de una persona en una bolsa, digas "tenemos un muerto y aún está caliente" y acto seguido te descojones con tus compañeros de trabajo. Sí, la broma tiene su chispa, pero se ha de ser un bastardo hijo de hiena, cuernudo, desgraciado y jodido cabrón para reírte de la muerte de una persona delante de su propio cadáver. Para seres así: aborto hasta los 40 años.
Que sí, que el difunto no te va a oír, pero esfuérzate y se un poquito políticamente correcto no sea que algún día algún familiar coja y te parta los dientes de dos bofetadas.
Foto de Libertad Balear
6 comentarios:
Vaya con los del chiste. Si los gilipollas volasen, el sol no saldría nunca.
Pobre hombre... y vaya periodistas más irrespetuosos
: (
Jo, qué historia más triste... U_U
Rabia, impotencia? No sé exactamente como describir la sensación, pero hay que ser hijo de su madre...
He tenido la suerte de trabajar en el comedor de transeuntes de cerca la plaça de ses columnes y cuando conoces algunas personas que van a comer allí te das cuenta de lo mal que te puede ir la vida sin tu tener culpa de nada... Al igual que un dia va y la palmas... ai!
joder... qué hijos de puta
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