El diablo, el caballero y el pato negro

Al fin he encontrado mi verdadera vocación, lo que me dará trabajo cuando fracase como pedagoga, ser humano y no me quieran ni en el McDonald's. Esta semana he descubierto que estoy altamente cualificada para elaborar ropa cutre a gran velocidad: al fin podré emigrar a China para trabajar en Nike. Jornadas de quince horas de trabajo con un discretísimo sueldo... más o menos las mismas condiciones que en España pero hablando chino y con menos paro.

Como cada año Carnaval me acechó en silencio hasta el último momento, no sé que tendrá esta fiesta pero me encanta y siempre me olvido de ella. Supongo que mi cerebro, ese cacho extraño de mi cuerpo que a veces suplica por un poco de atención, intenta borrar recuerdos humillantes que le atormentan. Creo que tiene la esperanza de que la fecha pase desapercibida y no haga el ridículo una vez más. Pobre iluso, con lo que a mí me gusta hacer el bufón.

Desempolvé la máquina de coser y me puse manos a la obra. Diez minutos más tarde un huracán de hilos mal cortados y maldiciones en arameo asoló mi habitación. Welcome to the hell.

La primera máquina de coser surgió de las profundidades del averno. La tierra rugió, se abrió y, entre los ríos de ardiente magma, surgieron las garras de Satán ofreciéndosela a los humanos. "Os facilitará la vida" nos dijo con voz melosa y nos convenció. Abrazamos una herramienta que conduce a la locura y a la autodestrucción, nos condenó al infierno.

Las máquinas de coser están específicamente diseñadas para hacernos perder la cordura. Cualquier imperceptible error en la colocación del hilo provoca consecuencias devastadoras: manojos de hilos incrustados en la tela, nudos sin sentido, asesinatos en masa y sangre por doquier. Nos desesperamos mirando las instrucciones y, tarde o temprano, vendemos nuestras almas con tal de facilitarnos la tarea.

Tras aislarme socialmente y bloggerilmente una semana, perder mi alma y comer treinta kilos de hilo, conseguí terminar los disfraces: mi disfraz para el sábado noche y dos tabardos para una torrada medieval que teníamos el domingo.

Este es el tabardo que le hice a Worm, inspirado (tal como me pidió) en el escudo de los Terran del Starcraft.

El motivo

El tabardo al completo

Pondría una foto de cómo le quedaba pero no sé si tengo permiso para ello y no quiero provocar un episodio de violencia de género.

Respecto a mi tabardo... lamento no poderos poner una foto. Cuando llegué a casa quise rasgarme las vestiduras y lo hice literalmente. Siento no haberle hecho una foto previa al pasional ataque de destrucción de disfraces, si os sirve de consuelo os diré que era realmente cutre.

Mi disfraz de Black swan, gracias al cual aprendí el arte de hacer tutús:

Detalle maquillaje ojos (es muy cutre pero tardé media hora...)

El tutú

No es que tenga la cabeza como los caraconos (siento decepcionaros), es que mi padre me hizo la foto con un gran angular, un objetivo que va muy bien para fotografiar paisajes y para amorfar a las personas. Os pondría un link a su flickr pero ha subido dos imágenes en las que salgo tan horrible que pierdo el derecho a la vida. Disculpad las molestias.

La verdad es que este año he estado muy orgullosa de mi disfraz: todo el mundo ha sabido de qué iba a la primera (menos una ameba chico). Ya estaba un poco traumatizada porque ha habido años en los que nadie sabía de quién iba (Deseo, la replicante Pris...) y aún no he conseguido un disfraz de Wonder Woman que no me empuje a la prostitución.

¿Y vosotros? ¿De qué os disfrazásteis?