En busca de un piso

Como Worm planea volar en breves del nido, esta tarde le he acompañado a mirar pisos de alquiler. La zona era tranquila, silenciosa, de calles estrechas y empinadas, de esas que te dejan las nalgas tan duras que puedes partir castañas sin esfuerzo. Los edificios bajos, con jardines y niños jugando a atracar y ser atracados, a hacer de mecánicos y a hacer puentes. Un barrio repleto de vida.

Aparcamos al lado de unos traficantes e inmediatamente Worm se dio cuenta del primer problema del lugar: ausencia total de supermercados. Pero, ¿quién quiere supermercados cuando tiene coca a un precio competitivo en la esquina de su calle? Fácilmente podría ir a comer a los clubs de putas de la calle de atrás o, yo que sé, preguntar a los simpáticos vendedores callejeros si venden algo más a parte de hachís, farlopa y caballo. Con un poco de suerte también pasen verduras, leche, huevos y carne fresca.

Subimos unas escaleras preciosas, perfectas para sentarte a meterte un chute, hasta llegar al edificio en el que estaban los pisos de alquiler. Un cactus en estado de descomposición presidía la entrada junto a una scooter negra decorada con pegatinas de No Fear, primeras pistas sobre la fauna del lugar:

• Cactus muerto: en serio, ¿cuánto tiempo ha de pasar un cactus sin agua para morir? Vecinos no interesados en la botánica.

• Moto aparcada justo en la puerta, tapando parte de la entrada: se intuye un vecino gilipollas.

• Pegatinas de No Fear decorando la moto: vecino gilipollas con navaja, corte de pelo a lo fraile y modelito Addidas del 94. Me pregunto cuándo empezarán a ponerles alerón.
  

Paradójicamente, segundos después un hombre calvo salió del edificio y se subió a la moto. ¿Los canis pierden su esencia al quedarse sin pelo? Ya tengo proyecto de fin de carrera.

Al cabo de un rato llegó la chica de la inmobiliaria y nos tendió la mano, era el momento: pusimos poker-face y miramos su mano como si fuera una rata muerta, gesto ensayado a la perfección porque (según Worm) si nos veía mínimamente ilusionados nos subiría el precio del alquiler. Levanté la ceja y esbocé una mueca de repulsión para darle más dramatismo. Funcionó y nos dijo que esa misma mañana había rebajado el alquiler cincuenta euros. Aceptamos su saludo y subimos a ver el piso.

El interior del edificio cumplió sobradamente todas nuestras expectativas. Subimos en un ascensor movido por fuerza monoesclavizadodándoleamanivela y decorado con declaraciones de amor y autógrafos en permanente negro. Era la Cuore de la finca, diseñado específicamente para saber con quién estaba El Jonathan esa semana o de quién enamorada La Jehnny. Una forma rápida y efectiva de saber de qué hablar con los vecinos.

Llegamos a un rellano sucio y oscuro, perfecto para chutarte protegido del frío en invierno. Tras una encarnizada lucha con la puerta, logramos entrar en la casa y maravillarnos con todas sus cualidades. Alucinante, un armario piso diseñado específicamente para veinteañeros. La cocina estaba perfectamente integrada al salón, nada de barras americanas ni tonterías de esas, el salón era directamente una puta cocina. La nevera estaba estratégicamente colocada en el sitio más práctico posible: pegada al sofá. Así no tenías ni que levantarte para coger una cerveza. Me extrañó no encontrarme el váter al otro lado, pero cuando vi el baño comprendí por qué.

El excusado estaba dispuesto para posibilitar al inquilino realizar varias tareas a la vez en el mínimo espacio posible. Podías ducharte, cagar y poner la lavadora al mismo tiempo. Inaudito, los de Ikea llegarían al orgasmo tras ver tal distribución del espacio.

Ese baño conseguía, además, terminar el debate sobre si mear en la ducha es correcto o no... ya que no queda otra alternativa.

La habitación era curiosa, si no hubiera tenido una cama no habría podido distinguir qué era la habitación y qué era el armario de la misma.

Otros detalles de la casa:

• Imposibilidad de cerrar las ventanas una vez abiertas. ¿Calefacción? ¿Para qué?

• El grifo escupía esputos, gapos, verdosos y viscosos... La verdad es que tiene mérito.

• Termo de agua de 4 litros. Agua fría todo el año.

Eso sí, las vistas eran increíbles, se podía ver el puerto y la Catedral perfectamente. Todo a tan sólo 450€. ¿Incluiría el precio las cucarachas? ¡Rarísimo que aún no estuviera alquilado!

Terminada la visita fuimos a ver los dos pisos que nos quedaban. La técnica de la chica de la inmobiliaria quedó clara tras ver las otras opciones: te enseñan primero un piso detestable para luego mostrarte antros nauseabundos e infernales dignos de pesadilla. Así la primera opción te parece una maravilla y hasta te piensas si alquilarlo o no. La estrategia debe funcionar bastante bien porque la gente sigue pagando precios desorbitados por auténticas y genuinas mierdas.