Mademoiselle Why Artwork

domingo, febrero 04, 2007

Leyes físicas del viaje en carretera


La tecnología nos seduce, nos seduce la comodidad que nos procura y la facilidad con la que, gracias a ella, podemos realizar acciones que nos hubiera supuesto un mínimo esfuerzo.

Pongamos, por ejemplo, el GPS. Esa pequeña máquina que nos sirve de mapa en la carretera, que nos guía con su voz sinuosa y femenina advirtiéndonos cuándo hay que girar, cuándo no hay que hacerlo, cuándo te has caído por un precipicio, lugares turísticos, lugares de descanso, etc. Un aparatito que nos ahorra horas de investigación sobre mapa para averiguar cómo llegar a cualquier sitio.

¡Qué maravilla de aparato! Conceptualmente tendría que ser una bendición divina tener a disposición un GPS cuando se sale de viaje o se va por primera vez a un lugar completamente desconocido; prácticamente la cosa se complica.

No sé que clase de maldición debo tener con las nuevas tecnologías que, siempre que estoy gozando de sus ventajas, se rebelan contra mí. ¿Será que cuando no miramos leen a Asimov?

La cuestión es que, o bien por la insistente manía de mover continuamente las carreteras mallorquinas, o bien por estupidez del maldito trasto, siempre que voy en un coche con GPS acabo metiéndome en un camino de cabras. Y no sólo eso, sino que la voz femenina del maldito aparato establece su dictadura en el coche, obligándonos a bajar la música y a obedecer sus estrictas órdenes, no sólo direccionales, sino también de velocidad. ¡Qué pesada puede resultar la tía!

"Está excediendo la velocidad máxima. Está excediendo la velocidad máxima. Está excediendo la velocidad máxima..."

Y así hasta que la tiras por la ventana.

2 comentarios:

Fènix dijo...

Por curiosidad, ¿estabais excediendo el límite de velocidad?

worm dijo...

Quizás no es tanto culpa de la tecnología sino de tu manía de decir "ve por ahí" señalando a un paisaje de los más angosto que ni sacado de una peli de Tim Burton.

Por mucho que avance la tecnología la inteligencia artificial nunca podrá competir con la estupidez natural.