Tengo unos brazos que ya los querría Rafa Nadal. En serio, siete horas diarias de cargar paquetes que pesan más de la mitad que yo me están transformando totalmente. He decidido que este Halloween me pintaré de verde y me haré llamar Hulka... y al que haga bromas le podré pegar una paliza con mis musculosos y venosos brazos radioactivos.
La semana pasada empecé a trabajar de nuevo en Correos. Es un poco estresante porque de seis de la mañana hasta ocho de la noche no paro quieta: trabajo, clases y trabajos del curso... Es agotador pero necesario: debo ahorrar para disfrutar del viaje que gané a Praga y al fin podré pedir el paro. Creo que es bastante comprensible que fuera incapaz de rechazar ese maravilloso y recién imprimido contrato. ¡Estoy pletórica!
Lo único malo del trabajo (a parte del agotamiento extremo) es que un sábado de cada tres te toca turno. Una putada que te jode el viernes noche hasta el infinito y te deja hecha mierda durante todo el sábado. Como mi caso no era muy claro (ya que sólo pasaría dos fines de semana con contrato) me he dedicado a desaparecer cada vez que veía acercarse al jefe. Mi táctica fue fácil:
1.- Cuando le veía acercarse siempre surgía algo importantísimo que hacer en la otra punta de la nave.
2.- No mostrar ningún tipo de emoción los viernes. Cualquier gesto de felicidad por terminar la semana puede hacerle recapacitar sobre el por qué de tus sonrisas y tus miradas ansiosas al reloj.
3.- Jamás mencionar el fin de semana en su presencia. Omitir el tema evita recordatorios imprevistos y noticias de última hora.
4.- Si por casualidades del destino sale el tema: desaparece como un ninja.
5.- No preguntar. NUNCA se ha de preguntar si te toca turno... en el caso que se hayan olvidado de que tú puedes ir no harías más que recordarles tu desgraciada existencia y tu ociosidad durante ese sábado por la mañana.
Tras dos semanas de interpretar este paripé y esconderme como una vil ladrona me he visto obligada a enfrentarme a la dura realidad... todo porque una compañera no ha sabido pegar sus rosados labios y dejarme tranquila. No... ha sido ella la que ha ido a preguntarle al jefe por mí si me tocaba este fin de semana... y a los cinco minutos ha venido él para endosarme el turno. ¿Tanto le costaba comprender que evitaba preguntárselo por eso mismo? ¿Por qué le interesaba tanto si tenía turno o no? ¿Ha sido un ataque de boca grande o de hijoputez porque a ella también le tocaba este sábado?
4 comentarios:
Ponle superglue en el pintalabios, ácido en el colirio de ojos, cianuro en el asa de su taquilla. O una paliza preventiva de respeto como Ender en su novela. Duro y a la encía (he tenido mal día). Sé que no hay nada más hijoputa que ese turno de sábado.
Ya ves. Debería de estar prohibido trabajar los sábados... xP
Que envidiosa!!! Te tenia rabia, seguro. O eso o queria hacerse amiga del jefe.
Deseaba la felicidad de tu compañía todo un laaaargo día xD
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