Una más que se une a la oleada masiva del suceso noticia de esta semana.
Una de las cosas que más me gusta de la política es esas muestras patéticas de lo que debe ser un debate. Parecen sacados de programas del corazón.
En este caso el espectáculo se ha dado en la Cumbre Iberoamericana, cuándo el rey (muy majo él) mandó callar al presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
El suceso ocurrió cuando Zapatero (siempre de muy buen talante) defendió a Aznar ante la alegre medallita de fascista que Chávez le colgó. El educado presidente reclamó respeto hacia la persona a la que en cierto momento se eligió democráticamente. Reclamó respeto no hacia a Aznar como persona, sino como ex-representante de un país.
Chávez, claramente menos educado (y casi tan tocacojones como yo), interrumpió en varias ocasiones al señor del buen talante hasta que despertó al Rey Juan Carlos de la siesta que, de muy mal humor, le mandó callar.
Mucha gente no comprende por qué Zapatero defendió a Aznar en aquel momento. Me gustaría dar una explicación con un ejemplo.
Yo, como miembro de mi familia, me veo con todo el derecho del mundo de criticar e insultar a mi hermano. Sin embargo, no tolero que una persona ajena (por muy amiga mía que sea) le falte al respeto. Es mi hermano, por lo cual, sólo yo tengo derecho a meterme con él.
En este caso se aplica la misma regla. Yo, como española, me veo con todo el derecho del mundo de criticar e insultar a mis políticos y ex-políticos (siempre con respeto hacia sus votantes). Sin embargo, no tengo por qué tolerar que una persona ajena a mi país les falte al respeto. Es nuestro ex-presidente, por lo cual, sólo nosotros tenemos derecho a meternos con él.
Así de simple lo veo. Hubiese sido incorrecto por parte de Zapatero no exigirle respeto.
Respecto al "¿Por qué no te callas?" del Rey: casi me muero de risa.
Nunca he sido demasiado monárquica, sin embargo el Rey tiene un carisma que me despierta la simpatía. Me cae bien. Es como un abuelito que con el tiempo se va haciendo cascarrabias y que se duerme en misa (en este caso actos políticos).
Un abuelito que representa la desigualdad social desde el nacimiento con gracia. No sé si me explico.
1 comentario:
Le faltó un "Que estoy durmiendo, coño!"
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