¡Camarero! ¡Algo de vida por favor!

Este tendría que haber sido el aspecto de muchos universitarios mallorquines a tiempo completo durante estas semanas de exámenes: sentaditos, con los coditos bien clavaditos en la mesa y la vista bien despierta y atenta sobre los apuntes. Sin embargo, me atrevo a aventurar que muy pocos somos capaces de renunciar a las miles de alternativas atractivas que distan bastante de pasarse el día encerrado.

No sé si es un hecho científicamente probado, pero estoy absolutamente segura de que los exámenes vienen acompañados por la aparición masiva de nuevos entretenimientos (de atractivo dudoso en otros periodos) que nos tientan de forma un tanto obsesiva. Con esto no quiero decir que tuviera un arranque de estupidez humana y le pegase una patada a los apuntes para dedicarme plenamente a una vida de felicidad, ocio y relax (eso en todo caso cuando domine el mundo), sino que la lucha interna a la que me he estado sometiendo durante este tiempo ha sido realmente encarnizada.

Estos "hobbies temporales" pueden interpretarse como un medio de escape del estrés de "tú suspende que te vas a pasar un verano sorprendente trabajando ocho horas diarias y estudiando el resto". En mi caso, a parte de una frustrada necesidad enfermiza de aumentar los habituales (cine, videojuegos, cómics, rol y pegarme un buen bailoteo), he descubierto el apasionante mundo de la repostería: un lugar repleto de recetas de cocas de chocolate que elaborar con sumo esmero y después devorar desesperadamente.

Esta nueva afición es una actividad de triple beneficio:

• La cocina quita el estrés. ¡Usa la masa como jardín zen y mézclala mientras reflexionas sobre el sentido de la vida! También hay que tener en cuenta que si no nos sacamos la carrera siempre podemos trabajar en panaderías.

• Comerse lo que has cocinado llena: Llena el estómago (calma el ansia y satisface la gula) y llena el espíritu (por eso de la satisfacción personal y otras tonterías).

• Las tartas son como el software, mejor si son libres: Si compartes tu repostería con tus amigos te querrán un poco más y te invitarán a cerveza el día de la celebración "post-exámenes". Recordad que libre no es lo mismo que gratis.

El tercer punto es muy importante en el caso de que te vuelvas adicto a la producción masiva de cosas con un contenido calórico alarmante. Mi técnica para compartir pastel de forma libre (y no elevar mi culo al cubo) ha sido exponerla en el aula linux* con un bonito cartel que indicaba que, si querías un trozo de coca, habías de meter "la voluntad" dentro de una hucha cuya recaudación se destinará a un proyecto de software libre a final de curso.

Quizá habría sido más efectivo un "si no donas te obligaremos a comer esta cosa esponjosa de color sugerente".


*Aula linux: Sala de ordenadores del edificio de informática apartada de la sociedad por el bien común del resto de estudiantes. En ella se reúnen los informáticos pro software libre y, sin duda alguna, los más geeks.

Me encanta chupar cámara...

Fotos made in Pau Rullan, uno de mis fotógrafos particulares favoritos. ;)