Planes de venganza

Cuando se trabaja sin vocación lo único bonito que conlleva es la ilusión de mirar la cuenta a final de mes y descubrir que tienes dinero. Todo lo demás es frustración por tenerte que levantar a las seis de la mañana y agotamiento físico extremo de pasarte toda la jornada laboral de pié tramitando paquetes.

Como consecuencia te pasas los días deseando que lleguen relucientes moneditas a tu cuenta bancaria con un cansancio encima que raya lo desesperante y siendo incapaz de sentarte en el sofá sin quedarte inconsciente. Todo porque despertarse a ciertas horas de la mañana debería estar prohibido por la ley.

Sin embargo, mi existencia sería mucho más grata si mi hermano no se dedicara a destruir esas fugaces horas de sueño prevesperino. Si no se dedicara a ponerme una trompeta al lado del oído para arrancarme de una necesitada y maravillosa siesta (gracias por comprarla papá, cien euros de presupuesto menos que dedicaré a tu futuro asilo), o si no se sentase sobre mi estómago, intentara hacer cosquillas o gritase en la cara.

Si el asesinato no estuviera penado por la ley, ni mal visto socialmente, la solución sería fácil. Pero ya que este no es el caso... ¿Qué debería hacer?

Los mandamientos del buen ejecutador de venganzas:

No hay piedad, el objetivo nunca estará lo suficientemente indefenso para hacernos dudar.

No hay conciencia: se lo merece por muy desproporcionada que sea la represalia.

Sé creativo: las venganzas han de ser originales, divertidas, innovadoras.

Utiliza el factor sorpresa: el sujeto no ha de ser consciente de que la ira vengativa se cernirá sobre él.

Sé paciente: si se espera la venganza disfruta de sus desconfianzas, ya lo harás cuando se haya olvidado del tema.

Observa sus puntos débiles y adueñate de ellos.

Se busca posibles venganzas a un módico precio (abstenerse marca ACME).